Llegó el “video club digital legal”


Finalmente llegó antes de lo que se creía. Es una de las armas más importantes de la industria del cine norteamericano para reducir la piratería. Este mes desembarcó en Latinoamérica Netflix, el video club on line más importante del mundo.

Para los argentinos no es novedad. Cuevana y otros portales de internet ofrecen algo muy parecido desde hace mucho tiempo. Pero este sistema pretende ofrecer un mejor servicio, más fácil de utilizar y de forma legal, ofreciendo ver películas y series en tiempo real a través de internet y en alta definición.

En Estados Unidos este sistema fue una ayuda importante para frenar el avance de venta de películas ilegales. Por una cuota menor a 10 dólares por mes, el público tiene acceso a un videoclub en su computadora para ver las películas que quiera, cuantas veces quiera y en alta definición. La empresa también hizo acuerdos para incluir la aplicación dentro de las consolas de Playstation 3 e Ipad. Sin embargo, algunos argumentan que Netflix no está preparada para ingresar a Latinoamérica, y eso se ve en la calidad de lo que emite. Contrariamente a su país de origen, las películas no están en alta definición, y no tienen subtítulos. Sólo pueden verse en su idioma original o dobladas al español. Esto se debe a que el sistema se instaló de forma apresurada, y el streaming o ancho de banda de internet no está apto para emitir en la más alta calidad. Netflix manifiesta que recién en unos seis meses el sistema estará completo. La pregunta sería… ¿Para qué estar utilizando un servicio que aun está en desarrollo y además, pagar por el mismo? La respuesta es simple. En Estados Unidos, Netflix colaboró en reducir la piratería. El público, al tener un videoclub digital con tan sólo un click, deja de tomarse la molestia de estar bajando películas por internet o comprándolas ilegalmente en la calle. A ello se suma que todo el contenido que Netflix ofrece es del año 2010 hacia atrás, por lo cual no se emiten los últimos estrenos de cine. Esto impulsa a que el público vea las películas en sus hogares, y cuando quiere ver un estreno retoma el hábito de pagar una entrada e ir al cine.

A ello se suma la biblioteca de series televisivas americanas y, a través de diferentes acuerdos en las últimas semanas, de televisión hispana. La empresa ya logró incluir en su biblioteca el material de las telenovelas de Televisa (México), RCN (Colombia) y en nuestro país con Telefe, para emitir también parte de su librería. De esta manera, los consumidores tienen acceso a episodios de hace 10 o 15 años, que puede verlos cuando quieras y cuantas veces quiera. Sin embargo, esto también fue blanco de críticas. Muchas cadenas hispanas están reclamando que Netflix va a significar una competencia desleal para los canales. Reed Hastings, co-fundador de la empresa, se encarga de aclarar que Netflix no emite material en estreno ya que esa modalidad pertenece a los canales productores de contenidos. Ellos simplemente tienen una librería de repeticiones a la cual el público puede acceder luego de dos años de que el material fue estrenado. Es un complemento más de las plataformas tradicionales.

En este momento la suscripción es gratis y a prueba por un mes, y luego la cuota es de $ 39.- mensuales. Argentina es uno de los países con mayor piratería de Sudamérica, por lo cual torcer este hábito ya asumido como aceptable no va a ser tarea fácil. Por lo pronto esta empresa se vio obligada a aterrizar en nuestro país antes de lo previsto, aunque la pista no está del todo preparada para ello.
Por Juan Pablo Martínez Kolodziej

Rating oficial

Calidad televisiva no sólo implica contenidos ad hoc, sino contar con el presupuesto necesario para generarlos y distribuirlos a través de los canales más importantes. Aquí entra en juego el papel de la inversión publicitaria en televisión, cuya porción más importante se sitúa en los programas de mayor llegada al público. Más allá de que abiertamente los televidentes afirmen la necesidad de programas con contenido de calidad, las cifras del rating arrojan una realidad distinta.

El rating es el resultado de la medición de audiencia de la TV abierta y por cable. Estos datos son importantes sobre todo para los ejecutivos de los canales y para las empresas que publicitan en los programas. Los resultados nos permiten conocer la llegada de los programas a la gente, sus intereses y su preferencia en cuanto a un canal u otro.

La cantidad de dinero obtenida por publicidad es fundamental para un programa de televisión, ya que esa inversión equivale en gran medida a una predicción de su futuro en el aire. Una marca prestigiosa no pauta en un programa que no mantiene el éxito. Es por este motivo que muchas veces la calidad del contenido pasa a segundo plano, lo importante es causar impacto, generar intriga y controversia, y así atraer a los anunciantes.

En la Argentina, la empresa encargada de medir el rating es Ibope -Instituto Brasileño de Opinión Pública-. La calidad y veracidad de los resultados que arroja el Ibope es auditada por la Cámara de control de medición de audiencias, conformada por ejecutivos de la televisión y de las agencias de publicidad.

Ibope llegó al país en 1992 y realiza la tarea de medición de la audiencia de televisión de la siguiente manera: en alrededor de 800 hogares de Capital Federal y Gran Buenos Aires y las ciudades de Rosario, Córdoba y Mendoza se colocaron people meters. Estos aparatos registran minuto a minuto el consumo televisivo de los habitantes de un hogar. Todos los días estos datos son enviados a una central, en la que se procesan y se confeccionan las planillas.

Además de Ibope existen otras compañías que se dedican a medir el rating. Una de ella es Aresco, presidida por Julio Aurelio. La consultora mide el horario central de la TV abierta argentina desde 2006. Utiliza el sistema de los coincidentales telefónicos: se realizan llamadas telefónicas a tres mil hogares seleccionados al azar y se lleva a cabo una pequeña entrevista acerca de los contenidos consumidos.

Otra empresa que desde marzo de este año ofrece un servicio de medición de audiencia del mercado televisivo latinoamericano es DirecTV. El sistema se llama “DTV ratings” y funciona a través de los decodificadores de sus suscriptores en cada país. Esto le da una gran ventaja, ya que su muestra abarca más de diez mil hogares de Argentina, Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico y Venezuela. Según Alejandra Lepera, vicepresidenta de la consultora Business Bureau con la que DirecTV se asoció para brindar este servicio, este nuevo sistema “se trata de un complemento esencial para llenar un vacío existente en las mediciones tradicionales de rating”.

La medición del Ibope se basa en una muestra pequeña si se tiene en cuenta que los 800 hogares con people meter representan a los habitantes de todo el país. Esta es la razón por la que el Gobierno ha tomado la decisión de desarrollar un método de medición alternativo, que apuesta a un resultado más integrador y en el que la representación de los canales públicos sea “más real”. Gabriel Mariotto, titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, lo explicó de esta manera: “vamos a tener otra medidora de referencia, con un perfil nacional, para que el mercado publicitario pueda considerar también esos números y no solamente los que tiene IBOPE, que sabemos que es una empresa que no tiene auditoría y que opera sólo en Capital Federal y Gran Buenos Aires”.

La iniciativa que impulsa el Gobierno se enmarca dentro del proyecto del Laboratorio de Análisis Social de la Ciudadanía Audiovisual que, junto a la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad de Lomas de Zamora, llevará a cabo las mediciones.

La empresa uruguaya Transix, Mediciones y Mercado, será la encargada de brindar los people meters, el software y la capacitación necesaria.

Se estima que este nuevo proyecto de medición de audiencias, que además de la TV abierta tendrá en cuenta la digital y la paga, se pondrá en marcha antes de fin de año.

En el sector privado la medidora oficial causa preocupación. Se teme que los datos recabados se adapten a las necesidades del Gobierno y que esto se refleje directamente en la adjudicación de la pauta oficial.

Los Estados Unidos ya dieron un paso más. Teniendo en cuenta que un gran porcentaje de la población accede a los contenidos televisivos a través de la computadora, la compañía de compra de espacio publicitario Optimedia US está midiendo audiencias en TV, Internet y móviles. También incluye en sus índices el impacto de las redes sociales, ya que a través de ellas muchas veces se impulsa el consumo de determinados programas.

Por Yasmin Reddig 



El INCAA y el auge de la ficción

Lejos quedó la frase "somos actores, queremos actuar", que los actores argentinos pronunciaban en el año 2001. Por aquellos momentos, la televisión local estaba invadida por realities, impulsados por el primer Gran hermano, El bar, Confianza ciega, y algunos otros. Hoy, diez años después, la situación es bien diferente.

El horario central tiene 5 tiras (Los únicos, Herederos, Cuando me sonreís, Sr. y Sra. Camas y El elegido) a las cuales se suman dos unitarios (El puntero y El hombre de tu vida). Este auge de la producción de ficción fue iniciada años atrás cuando la industria local descubrió que una parte importante de su capital era la exportación de formatos y latas de unitarios y telenovelas. Hoy día muchas productoras tienen estructuras instaladas que les permiten hacer pilotos continuamente, y de ellos sólo pocos llegan a tener “aire” en algún momento.

Hoy se abre otra forma de producción y financiación. Frente a la nueva ley de medios y los avances tecnológicos, el Estado este año comenzó a inaugurar los nuevos canales de televisión digital terrestre, dando concesiones a empresas privadas y ONG´s. Esto trae como consecuencia la demanda de nuevos contenidos para llenar grillas de programación, y es por ello que el INCAA comenzó con un programa de concursos para nuevos proyectos de ficción. En este momento hay unas diez miniseries en producción que tienen presupuestos de hasta $ 1.600.000.- cada una. 

El objetivo principal es posicionar a Argentina como país generador de contenidos a nivel internacional. Y si bien este nuevo método de financiación es positivo para impulsar la industria, tiene un problema de distribución que es también objeto de críticas de diversos sectores.

La mayor de ellas es que hay quienes dicen que estamos frente a una “burbuja” de producción televisiva, ya que hay una oferta demasiado grande para la eventual demanda. Muchas de estas nuevas producciones van a ser emitidas por canales como Encuentro y la TV Pública en horarios que no son los más adecuados. Los canales de televisión terrestre aun tienen una emisión limitada, ya que sólo se accede a ellos a través de los decodificadores que distribuye el Gobierno nacional. Y debido a la nueva ley de medios los canales privados también están obligados a hacer acuerdos con estas nuevas productoras para emitir estos contenidos. América y Canal 9 ya lo están haciendo. Pero ello trae como consecuencia que algunas realizaciones que tienen impecable realización tengan prevista su programación para horarios laterales los fines de semana.

Pero esto también debe verse como un modo de “democratizar” la producción televisiva. Hasta hace poco tiempo sólo productoras con gran estructura tenían posibilidad de generar ficción. Hoy día se abrió la “cancha” para que otros puedan hacerlo y demostrar que son capaces de generar otro tipo de historias, sin perder el concepto del entretenimiento que la televisión debe tener.

Los fondos de fomento para la producción audiovisual son comunes en muchos países para impulsar la industria, pero en donde los canales estatales están bien administrados y ocupan un lugar importante dentro de la audiencia televisiva. Acá no ocurre eso, pero quizás este sea un puntapié para que ese camino comience a transitarse.

Por Juan Pablo Martínez Kolodziej

¿Y el horario de protección al menor?


Al recorrer los canales de la televisión abierta argentina, llama poderosamente la atención el enorme protagonismo que tienen los llamados “programas de chimento”, sobre todo en horarios de la tarde. ¿Dónde quedan los contenidos originales? ¿Cuál es la gracia de rever una y otra vez escenas de programas anteriores?
Estos programas se encuentran en una franja horaria en la que los chicos regresan a sus casas después del colegio. Supongamos que estamos en un mundo ideal, en el que el horario de protección al menor o “apto para todo público”, como lo llama la nueva ley de medios, se respeta y los niños no ven televisión más allá de las diez de la noche. Hay varios problemas: empecemos por que los programas de la tarde repiten los fragmentos más “significativos” de la noche; o sea que los ven igual. Además, sabemos que hoy en día son muy pocos los padres que fomentan el buen descanso de los más pequeños y no les permiten ver televisión luego de las 22.
La verdad es que los programas del horario central se han convertido en los telones de fondo y muchas veces en protagonistas de las cenas familiares. Programas como Showmatch, de Marcelo Tinelli, están en boca de todos, no por lo que entretienen, sino por la escandalización que provocan.
A pesar de que Showmatch comienza una vez pasada la placa que anuncia el fin del “horario apto para todo público”, sus contenidos muchas veces rozan lo pornográfico. Pensemos en la actuación de Nazarena Vélez en su baile del caño en el año 2007 que terminó con un topless. Más allá de la cuestionable moralidad de este acto en televisión abierta, lo más grave fue que en ese momento se encontraban alrededor de 300 menores de edad en el estudio (más los que estaban frente a la pantalla). Pongo este ejemplo, porque el fin de la historia fue la sanción por parte del COMFER - desde la promulgación de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual llamado Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) - a Showmatch y a todos los programas que repitieron las escenas en los días siguientes. ¿Pero es ése el fin de la historia? Lamentablemente esa sanción no persistió en la conciencia de los ejecutivos del programa y, varias veces volvimos a ver escenas similares.
No sólo las imágenes inadecuadas afectan el horario de protección al menor, también el lenguaje utilizado en la TV ha perdido calidad año a año. Las agresiones verbales y la cultura del chimento se han convertido en estrellas de la grilla de programación.
En el año 2003, el entonces secretario de la Academia de Educación, Alfredo M. van Gelderen, afirmó: "Si consiguiéramos un progresivo cuidado del uso del lenguaje en la radio y en la TV pondríamos en marcha una verdadera escuela sin paredes para mejorar el habla de los argentinos". Utilizó como ejemplo a seguir el de Gran Bretaña, donde no existe una Academia de la Lengua, sino que "el modelo de referencia del buen uso del idioma es la BBC”.
¿Y cuál es la solución al problema de la emisión de contenidos inadecuados para los más pequeños? La realidad es que la TV es un medio masivo que llega a grandes y chicos. El bajo nivel de calidad de los contenidos que se emiten a diario atentan contra la educación informal, no sólo de los niños, sino de todo el país.
Quizás la TV debería empezar por replantearse su grado de responsabilidad en la sociedad en cuanto creadora y difusora de valores, que influyen sobre todo en los más pequeños.

Por Yasmin Reddig

El Puntero



Una ficción política en un año electoral. Un canal opositor y un título polémico. De antemano, El Puntero generaba, desde su forma, una gran expectativa. El formato serie -- a pesar de que la productora y el canal la presenten como un unitario -, opuesto al de telenovela diaria, invitaba a la coherencia; actores prestigiosos que elevaban la media habitual televisiva; una producción comúnmente asociada a la calidad técnica. Pero la novedad era la temática, sin antecedentes en Argentina y con algunos logros en países como Estados Unidos e Inglaterra.

La ansiedad por ver si la historia trataba sobre un personaje real obligó a los actores a realzar la fórmula “ficción televisiva” por sobre el contenido político. Sobre todo por tratarse de una producción de Canal 13, del Grupo Clarín, en medio de su enfrentamiento con el Gobierno. De todos modos, el marco es la política; es el tema en cuestión, lo que une las historias, las acciones y las reflexiones.

La historia se centra en “El Gitano” Perotti (Julio Chávez) que vive y respira militancia. Como sistema solar en el guión, El Puntero maneja los hilos. El resto es tangente: cada uno con su historia personal, pero que responde a los estímulos de Perotti. Por eso, más allá del esfuerzo de la producción por distanciarse de una realidad política, la conexión es ineludible.

En el plano político, la serie se suma a los estereotipos ya concebidos en los medios de comunicación. Humaniza la política, puesto que retrata la vida de estos personajes fuera de su práctica, pero no en la acción política misma, donde todo se hace desde una lógica mercenaria y caciquista, demasiado simplista. Se sirve del marco político –y del contexto del país- hasta donde le conviene. Interpela el mundo real con llamadas como referencias al “Turco” o a “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, para recrear el ambiente. Luego, compensa la falta de profundización política con grandes actuaciones y un guión ágil y de gran producción técnica.

El Gitano es un puntero político que maneja las voluntades de un barrio marginal, que organiza las bases y opera como líder de una fuerza de choque que comercializa a discreción. Como referente de la política informal, hace negocios con la política formal: la Intendencia de lo que podría ser un pequeño pueblo del Conurbano bonaerense. Atiende las necesidades más elementales de los que viven en su barrio. Ahí consigue adherentes a base de confianza y construye poder para reclamar a los políticos.

La figura del puntero político no es nueva en Argentina. Data de la época pos-rosista, por lo menos, cuando los partidos comienzan a necesitar la ayuda de estos personajes para traer votos del interior del país que los mismos políticos no pueden conseguir. Forma parte de los partidos de masas desde fines del siglo XIX. Es actor fundamental de la real politik, resistido en el ideal de un país y las bases de la democracia, pero parte de nuestro lenguaje cotidiano.

La serie no busca retratar la realidad de los punteros políticos, sino tomar ese marco impactante para crear una ficción, género muchas veces elegido para tomar una postura respecto de un tema complejo y permitirse digresiones bajo cierto amparo. Quizás, el mayor hallazgo sea plantear la relación política informal vs. política formal desde la óptica de un puntero. Dentro de ese vínculo, la ficción logra una trama entretenida que tiene más valor como disparador para un debate que como estudio sociológico.

Por Tomás Martini