Años atrás los domingos en la noche eran horarios fuertes para la televisión abierta. Marcelo Tinelli supo tener su Ritmo de la noche muchos años con gran éxito, y en los últimos tiempos realitys como Operación Triunfo o las galas de Gran Hermano. Pero unitarios de ficción en este horario no son un factor común.
En la televisión no existen fórmulas para el éxito porque los gustos del público varían continuamente. Elencos multitudinarios y de renombre no son sinónimo de éxito en una ficción. Programas de entretenimiento en vivo con un gran estudio e invitados importantes tampoco. Muchas veces, tal como sucede en la realidad, lo más disfrutable viene en envase pequeño.
Domingos atrás se estrenó El hombre de tu vida, el nuevo unitario de Telefe, escrito y dirigido por Juan José Campanella y protagonizado por Guillermo Francella. Todo hacía suponer que iba a tratarse de un producto de calidad, una suerte de lujo que tiene un canal de televisión. Especialmente en este caso ya que se trata de un programa dirigido por un ganador del Oscar. Con este tipo de programas no se busca necesariamente generar un rating alto, tal como sucede con las tiras, sino generar un producto de calidad que genere cierto prestigio a la pantalla. Sin embargo, la nueva apuesta de Telefe superó cualquier expectativa que podía existir con el producto: Más de 22 puntos de rating promedio sostenido en sus emisiones. Se trata de una historia simple, sin demasiada ambición, con líneas auto conclusivas y un elenco reducido. Todo el capital está puesto en un libreto muy cuidado y una realización impecable. Pero por sobre todas las cosas es una historia bien contada y hecha con mucho respeto al público.
Minuto para ganar, el nuevo programa de entretenimientos conducido por Marley, es un formato extranjero adaptado al público local. Lo único que tiene de ambicioso es un estudio medianamente grande con tribuna de espectadores. El resto... juegos de kermese. Desafíos simples que cualquiera puede hacer en su casa o en la fiesta de un club de barrio. Nuevamente más de 20 puntos de promedio, gana su franja horaria a programas mucho más ambiciosos.
Estos dos ejemplos son muestra de que muchas veces no importan los presupuestos, ni los grandes elencos, ni los conductores. Un programa necesita una identidad, porque cuando ella se cambia siguiendo los vaivenes del rating, se falta el respeto a quien lo mira. El público enciende el televisor para entretenerse con buen contenido. Y muchas veces un programa bien contado es todo lo que el público necesita para engancharse con el mismo, por más simple que éste sea.
Por Juan Pablo Martínez Kolodziej
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