Los límites y el control
Volvimos a los dorados años 60
Los logros de esta serie y la nostalgia por los lujosos años 60 de Norteamérica han generado la ambición de varios productores que se lanzaron al tratamiento de la época.
Televisión y RSE
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Taira Peña |
¿Cuál es la importancia de la responsabilidad social de los medios, y especialmente el de la televisión?
Denominadores comunes en los nuevos unitarios
Con excepción de Los Sónicos y El pacto, el resto de los unitarios tratan historias auto-conclusivas, que empiezan y terminan en el mismo capítulo, sin línea de continuidad. Otro elemento en común son los elencos rotativos. Actores que hacen participaciones especiales para integrar una historia que finaliza en el mismo episodio. Con respecto a esto, es también destacable que varias de las figuras que aparecen son las que habitualmente no están en la televisión. Muchos actores del teatro, de la televisión de los ´80 y ´90, son parte de estos unitarios. Y muchos de ellos participan en un capítulo de un unitario de un canal, y, a la vez, en otro de otro unitario que quizás se está emitiendo en el canal de enfrente.
El Pacto y las presiones mediáticas
El Pacto, de Oruga Cine y Tostaki fue una de las ganadoras del concurso del INCAA para ficciones. Con el aspecto financiero cubierto, la productora se abogó a la producción de una miniserie que trata el tema de la venta de Papel Prensa y la complicidad de personalidades como Bartolomé Mitre y Héctor Magnetto con el gobierno militar de Rafael Videla en 1978.
Llegó el “video club digital legal”
Para los argentinos no es novedad. Cuevana y otros portales de internet ofrecen algo muy parecido desde hace mucho tiempo. Pero este sistema pretende ofrecer un mejor servicio, más fácil de utilizar y de forma legal, ofreciendo ver películas y series en tiempo real a través de internet y en alta definición.
En Estados Unidos este sistema fue una ayuda importante para frenar el avance de venta de películas ilegales. Por una cuota menor a 10 dólares por mes, el público tiene acceso a un videoclub en su computadora para ver las películas que quiera, cuantas veces quiera y en alta definición. La empresa también hizo acuerdos para incluir la aplicación dentro de las consolas de Playstation 3 e Ipad. Sin embargo, algunos argumentan que Netflix no está preparada para ingresar a Latinoamérica, y eso se ve en la calidad de lo que emite. Contrariamente a su país de origen, las películas no están en alta definición, y no tienen subtítulos. Sólo pueden verse en su idioma original o dobladas al español. Esto se debe a que el sistema se instaló de forma apresurada, y el streaming o ancho de banda de internet no está apto para emitir en la más alta calidad. Netflix manifiesta que recién en unos seis meses el sistema estará completo. La pregunta sería… ¿Para qué estar utilizando un servicio que aun está en desarrollo y además, pagar por el mismo? La respuesta es simple. En Estados Unidos, Netflix colaboró en reducir la piratería. El público, al tener un videoclub digital con tan sólo un click, deja de tomarse la molestia de estar bajando películas por internet o comprándolas ilegalmente en la calle. A ello se suma que todo el contenido que Netflix ofrece es del año 2010 hacia atrás, por lo cual no se emiten los últimos estrenos de cine. Esto impulsa a que el público vea las películas en sus hogares, y cuando quiere ver un estreno retoma el hábito de pagar una entrada e ir al cine.
A ello se suma la biblioteca de series televisivas americanas y, a través de diferentes acuerdos en las últimas semanas, de televisión hispana. La empresa ya logró incluir en su biblioteca el material de las telenovelas de Televisa (México), RCN (Colombia) y en nuestro país con Telefe, para emitir también parte de su librería. De esta manera, los consumidores tienen acceso a episodios de hace 10 o 15 años, que puede verlos cuando quieras y cuantas veces quiera. Sin embargo, esto también fue blanco de críticas. Muchas cadenas hispanas están reclamando que Netflix va a significar una competencia desleal para los canales. Reed Hastings, co-fundador de la empresa, se encarga de aclarar que Netflix no emite material en estreno ya que esa modalidad pertenece a los canales productores de contenidos. Ellos simplemente tienen una librería de repeticiones a la cual el público puede acceder luego de dos años de que el material fue estrenado. Es un complemento más de las plataformas tradicionales.
En este momento la suscripción es gratis y a prueba por un mes, y luego la cuota es de $ 39.- mensuales. Argentina es uno de los países con mayor piratería de Sudamérica, por lo cual torcer este hábito ya asumido como aceptable no va a ser tarea fácil. Por lo pronto esta empresa se vio obligada a aterrizar en nuestro país antes de lo previsto, aunque la pista no está del todo preparada para ello.
Rating oficial
El rating es el resultado de la medición de audiencia de la TV abierta y por cable. Estos datos son importantes sobre todo para los ejecutivos de los canales y para las empresas que publicitan en los programas. Los resultados nos permiten conocer la llegada de los programas a la gente, sus intereses y su preferencia en cuanto a un canal u otro.
La cantidad de dinero obtenida por publicidad es fundamental para un programa de televisión, ya que esa inversión equivale en gran medida a una predicción de su futuro en el aire. Una marca prestigiosa no pauta en un programa que no mantiene el éxito. Es por este motivo que muchas veces la calidad del contenido pasa a segundo plano, lo importante es causar impacto, generar intriga y controversia, y así atraer a los anunciantes.
En la Argentina, la empresa encargada de medir el rating es Ibope -Instituto Brasileño de Opinión Pública-. La calidad y veracidad de los resultados que arroja el Ibope es auditada por la Cámara de control de medición de audiencias, conformada por ejecutivos de la televisión y de las agencias de publicidad.
Ibope llegó al país en 1992 y realiza la tarea de medición de la audiencia de televisión de la siguiente manera: en alrededor de 800 hogares de Capital Federal y Gran Buenos Aires y las ciudades de Rosario, Córdoba y Mendoza se colocaron people meters. Estos aparatos registran minuto a minuto el consumo televisivo de los habitantes de un hogar. Todos los días estos datos son enviados a una central, en la que se procesan y se confeccionan las planillas.
Además de Ibope existen otras compañías que se dedican a medir el rating. Una de ella es Aresco, presidida por Julio Aurelio. La consultora mide el horario central de la TV abierta argentina desde 2006. Utiliza el sistema de los coincidentales telefónicos: se realizan llamadas telefónicas a tres mil hogares seleccionados al azar y se lleva a cabo una pequeña entrevista acerca de los contenidos consumidos.
Otra empresa que desde marzo de este año ofrece un servicio de medición de audiencia del mercado televisivo latinoamericano es DirecTV. El sistema se llama “DTV ratings” y funciona a través de los decodificadores de sus suscriptores en cada país. Esto le da una gran ventaja, ya que su muestra abarca más de diez mil hogares de Argentina, Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico y Venezuela. Según Alejandra Lepera, vicepresidenta de la consultora Business Bureau con la que DirecTV se asoció para brindar este servicio, este nuevo sistema “se trata de un complemento esencial para llenar un vacío existente en las mediciones tradicionales de rating”.
La iniciativa que impulsa el Gobierno se enmarca dentro del proyecto del Laboratorio de Análisis Social de la Ciudadanía Audiovisual que, junto a la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad de Lomas de Zamora, llevará a cabo las mediciones.
La empresa uruguaya Transix, Mediciones y Mercado, será la encargada de brindar los people meters, el software y la capacitación necesaria.
Se estima que este nuevo proyecto de medición de audiencias, que además de la TV abierta tendrá en cuenta la digital y la paga, se pondrá en marcha antes de fin de año.
En el sector privado la medidora oficial causa preocupación. Se teme que los datos recabados se adapten a las necesidades del Gobierno y que esto se refleje directamente en la adjudicación de la pauta oficial.
Los Estados Unidos ya dieron un paso más. Teniendo en cuenta que un gran porcentaje de la población accede a los contenidos televisivos a través de la computadora, la compañía de compra de espacio publicitario Optimedia US está midiendo audiencias en TV, Internet y móviles. También incluye en sus índices el impacto de las redes sociales, ya que a través de ellas muchas veces se impulsa el consumo de determinados programas.
El INCAA y el auge de la ficción
El horario central tiene 5 tiras (Los únicos, Herederos, Cuando me sonreís, Sr. y Sra. Camas y El elegido) a las cuales se suman dos unitarios (El puntero y El hombre de tu vida). Este auge de la producción de ficción fue iniciada años atrás cuando la industria local descubrió que una parte importante de su capital era la exportación de formatos y latas de unitarios y telenovelas. Hoy día muchas productoras tienen estructuras instaladas que les permiten hacer pilotos continuamente, y de ellos sólo pocos llegan a tener “aire” en algún momento.
El objetivo principal es posicionar a Argentina como país generador de contenidos a nivel internacional. Y si bien este nuevo método de financiación es positivo para impulsar la industria, tiene un problema de distribución que es también objeto de críticas de diversos sectores.
La mayor de ellas es que hay quienes dicen que estamos frente a una “burbuja” de producción televisiva, ya que hay una oferta demasiado grande para la eventual demanda. Muchas de estas nuevas producciones van a ser emitidas por canales como Encuentro y la TV Pública en horarios que no son los más adecuados. Los canales de televisión terrestre aun tienen una emisión limitada, ya que sólo se accede a ellos a través de los decodificadores que distribuye el Gobierno nacional. Y debido a la nueva ley de medios los canales privados también están obligados a hacer acuerdos con estas nuevas productoras para emitir estos contenidos. América y Canal 9 ya lo están haciendo. Pero ello trae como consecuencia que algunas realizaciones que tienen impecable realización tengan prevista su programación para horarios laterales los fines de semana.
Pero esto también debe verse como un modo de “democratizar” la producción televisiva. Hasta hace poco tiempo sólo productoras con gran estructura tenían posibilidad de generar ficción. Hoy día se abrió la “cancha” para que otros puedan hacerlo y demostrar que son capaces de generar otro tipo de historias, sin perder el concepto del entretenimiento que la televisión debe tener.
Los fondos de fomento para la producción audiovisual son comunes en muchos países para impulsar la industria, pero en donde los canales estatales están bien administrados y ocupan un lugar importante dentro de la audiencia televisiva. Acá no ocurre eso, pero quizás este sea un puntapié para que ese camino comience a transitarse.
Por Juan Pablo Martínez Kolodziej
¿Y el horario de protección al menor?
El Puntero
Una ficción política en un año electoral. Un canal opositor y un título polémico. De antemano, El Puntero generaba, desde su forma, una gran expectativa. El formato serie -- a pesar de que la productora y el canal la presenten como un unitario -, opuesto al de telenovela diaria, invitaba a la coherencia; actores prestigiosos que elevaban la media habitual televisiva; una producción comúnmente asociada a la calidad técnica. Pero la novedad era la temática, sin antecedentes en Argentina y con algunos logros en países como Estados Unidos e Inglaterra.
La ansiedad por ver si la historia trataba sobre un personaje real obligó a los actores a realzar la fórmula “ficción televisiva” por sobre el contenido político. Sobre todo por tratarse de una producción de Canal 13, del Grupo Clarín, en medio de su enfrentamiento con el Gobierno. De todos modos, el marco es la política; es el tema en cuestión, lo que une las historias, las acciones y las reflexiones.
La historia se centra en “El Gitano” Perotti (Julio Chávez) que vive y respira militancia. Como sistema solar en el guión, El Puntero maneja los hilos. El resto es tangente: cada uno con su historia personal, pero que responde a los estímulos de Perotti. Por eso, más allá del esfuerzo de la producción por distanciarse de una realidad política, la conexión es ineludible.
En el plano político, la serie se suma a los estereotipos ya concebidos en los medios de comunicación. Humaniza la política, puesto que retrata la vida de estos personajes fuera de su práctica, pero no en la acción política misma, donde todo se hace desde una lógica mercenaria y caciquista, demasiado simplista. Se sirve del marco político –y del contexto del país- hasta donde le conviene. Interpela el mundo real con llamadas como referencias al “Turco” o a “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, para recrear el ambiente. Luego, compensa la falta de profundización política con grandes actuaciones y un guión ágil y de gran producción técnica.
El Gitano es un puntero político que maneja las voluntades de un barrio marginal, que organiza las bases y opera como líder de una fuerza de choque que comercializa a discreción. Como referente de la política informal, hace negocios con la política formal: la Intendencia de lo que podría ser un pequeño pueblo del Conurbano bonaerense. Atiende las necesidades más elementales de los que viven en su barrio. Ahí consigue adherentes a base de confianza y construye poder para reclamar a los políticos.
La figura del puntero político no es nueva en Argentina. Data de la época pos-rosista, por lo menos, cuando los partidos comienzan a necesitar la ayuda de estos personajes para traer votos del interior del país que los mismos políticos no pueden conseguir. Forma parte de los partidos de masas desde fines del siglo XIX. Es actor fundamental de la real politik, resistido en el ideal de un país y las bases de la democracia, pero parte de nuestro lenguaje cotidiano.
La serie no busca retratar la realidad de los punteros políticos, sino tomar ese marco impactante para crear una ficción, género muchas veces elegido para tomar una postura respecto de un tema complejo y permitirse digresiones bajo cierto amparo. Quizás, el mayor hallazgo sea plantear la relación política informal vs. política formal desde la óptica de un puntero. Dentro de ese vínculo, la ficción logra una trama entretenida que tiene más valor como disparador para un debate que como estudio sociológico.
CUEVANA, talento argentino

Hace años que ya no escandaliza la descarga ilegal de contenidos, como música, películas y series, de Internet. Por lo menos en Latinoamérica se ha vuelto un hábito tan normal, que el juicio de si está bien o mal casi pasó a segundo plano. Hoy en día no se trata tanto de si se le dan los créditos correspondientes al autor de las obras, sino de la comodidad de la audiencia, de la capacidad de consumir lo que uno quiera, cuando quiera.
Estamos cada vez menos dispuestos a esperar para poder comprar los DVD de nuestras series favoritas, y muchas veces ni siquiera vamos al cine para ver un estreno. La comodidad del hogar y la calidad de los contenidos descargados son lo suficientemente tentadores.
Cuevana nace en un contexto cultural como este, en el que no se acostumbra pagar por los contenidos en Internet. Se trata de un proyecto ideado y lanzado a fines de 2009 por tres amigos, oriundos de la provincia argentina de San Juan.
Tomás Escobar, el cerebro que ideó el sistema, se imaginó cómo sería si uno pudiera acceder a sus series favoritas en el momento en el en que salen al aire y no tener que esperar para poder descargarlas. Él y sus amigos llegaron a la conclusión de que lo que el usuario quiere es sobre todo practicidad y comodidad. La gran mayoría de la gente no descarga contenidos ilegalmente para luego venderlos, sino que persiguen el uso recreativo personal. Desde esta perspectiva, no habría razón por la cual llenar el disco duro con descargas pesadas que de todas formas serían borradas tarde o temprano.
Cuevana.tv es una plataforma que permite acceder a los contenidos en forma de streaming, o sea online, en la computadora y a través de dispositivos móviles. Esta idea, sumada a la excelente forma de concretarla, generó que hoy el sitio sea la opción número uno en películas y series online en Latinoamérica. Cuenta con un tráfico diario de medio millón de visitas, 250.000 espectadores registrados, y un incremento de usuarios de un 40 por ciento cada mes. El éxito de Cuevana en tan corto tiempo se debe a la fuerte difusión que tuvo y sigue teniendo en las redes sociales y el clásico boca en boca.
El proyecto Cuevana continúa viento en popa y sus creadores aseguran que su objetivo no es la generación de una enorme ganancia económica, sino el de brindar un servicio a la comunidad. Por ahora el sitio sólo se sostiene a través de la pauta publicitaria y la financiación privada.
La legalidad de este negocio no deja de ser un tema importante. En Cuevana.tv los contenidos no quedan almacenados, sólo se facilitan los enlaces a ellos, y en cuanto a esto en la Argentina hay un vacío legal que protege a sus creadores de las acusaciones por violación a los derechos de autor.
En el año y medio de su existencia Cuevana.tv se ha convertido en una comunidad, en una especie de red social de adictos a las series y películas. Cualquier usuario puede hacer recomendaciones, reclamos por fallas técnicas o solicitudes de nuevos contenidos. Además, a lo largo de la Argentina hay voluntarios que cooperan activamente con la subida de contenidos, el subtitulado y la verificación de la calidad en todo sentido. El sitio se ha vuelto cada vez más interactivo, hasta convertirse en una plataforma que permite a los usuarios intercambiar opiniones, críticas y rankings de películas y series.
Cuevana puede llegar a ser considerado como una especie de nuevo video club gratuito, pero la idea no es que los usuarios dejen de ir al cine. Por eso, a futuro, Tomás Escobar espera poder firmar acuerdos con las grandes cadenas de cine para generar beneficios mutuos. Como aseguró Escobar en una entrevista a la revista Rolling Stone en abril de este año: "Cuevana no es sólo ver videos, queremos darle más valor. Queremos hacer un acuerdo con los cines, para que el site tenga mayor difusión y trabaje en conjunto con ellos".
Por Yasmin Reddig
TV y redes sociales, ¿aliados o enemigos?

Cuando la televisión llegó a los hogares del mundo, la actividad de verla era fundamentalmente familiar. Como antes ocurrió con la radio, la TV pasó a ser el centro de atención en la casa.
Luego de algunas décadas, en parte gracias a la facilidad de acceder a los aparatos, la pantalla chica fue confinada a la intimidad, a las habitaciones de cada integrante de la familia. De esta manera se perdió el espíritu social que caracterizó su recepción en un principio.
Sin embargo, hoy estamos regresando nuevamente a un modo de ver televisión inminentemente compartido. Pero este elemento social no tiene nada que ver con los comienzos de la televisión. Internet y sus redes sociales han invadido nuestras vidas y aparecieron como una amenaza a la programación televisiva.
La atención que se le presta a la TV ya no es la misma. Según el artículo de la BBC, “Televisión y redes sociales, cada vez más cerca”, un estudio reciente realizado por la agencia de publicidad Digital Clarity arroja que el 80% de los menores de 25 años utiliza una segunda pantalla para comunicarse mientras ve televisión y un 72% utiliza Twitter, Facebook o alguna aplicación móvil para realizar comentarios durante los shows.
La mayoría de la gente, sobre todo los más jóvenes, tienen un ojo en la pantalla de la computadora (o de sus celulares) y otro en la de la TV. Y esto en el caso de que aún miren televisión, ya que la oferta de videos y contenidos en Internet es tan abundante y accesible que amenaza con destronar la grilla televisiva regida por horarios estrictos.
En el mundo de la televisión hace tiempo que se está pensando en estos datos y en cómo hacer para que las redes sociales no jueguen en contra sino a favor de la TV. Muchos programas ya cuentan con perfiles en Facebook y cuentas en Twitter, en los que mantienen actualizada a su audiencia las 24 horas del día a pesar de que estén al aire nada más durante una hora por día o semana.
Las redes sociales han generado un acercamiento de los televidentes a sus programas y estrellas favoritas. A través de Twitter es posible seguir a los actores y enterarse de sus últimas andanzas, tengan éstas que ver o no con la televisión.
Otro factor importante es que las redes sociales permiten e incentivan la realización críticas en forma simultánea a la recepción de los contenidos. Cualquier punto flojo o acierto de un show será difundido inmediatamente en la red. Por eso, la TV tiene la difícil misión de agradar a su audiencia cueste lo que cueste, ya que una mala reputación en Twitter, por ejemplo, puede sacar fácilmente a un programa del aire.
Muchos prevén también que por este motivo el rol del crítico desaparecerá más temprano que tarde. En el momento en que la crítica de un experto es publicada, ya miles han dado la vuelta al mundo. Según Sibyl Goldman, vicepresidenta del área de espectáculos de Yahoo!, “los tradicionales críticos de televisión pasarán a un segundo plano. Ese lugar va a ser suplantado por las redes sociales, donde la gente va a seguir los consejos de otros usuarios en quienes confía”. Los televidentes y usuarios de las redes sociales quieren discutir, polemizar y contraponer argumentos, no hace falta que ningún “experto” les marque la pauta de lo que deberían consumir. Sin embargo, esto no significa necesariamente un paso adelante, ya que la formación y experiencia de un crítico profesional no debería dejar de ser referente para el público.
Un caso novedoso de la sinergia entre las redes sociales y la TV fue la creación de un libro y una sitcom basados en una cuenta de Twitter. Se trata de Sh*t My Dad Says, creado por Justin Halpern, un joven de 29 años que se hizo famoso por twittear las tonterías que dice su padre de 74.
Los tweets tuvieron tan buena llegada (actualmente cuenta con 2.441.668 seguidores) que pronto salió a la venta un libro y al poco tiempo la cadena CBS firmó un contrato para producir una sitcom protagonizada por William Shatner que ya lleva una temporada al aire.
Por Yasmin Reddig
La TV del 2011
La televisión tiene tres momentos importantes en el año. La primera es la temporada alta, que ocurre entre abril y mayo. Se llama de esta forma porque es cuando comienza a concentrarse la mayor cantidad de espectadores frente al televisor. Esto se relaciona directamente a que ya no hay vacaciones hasta julio, y comienza el frío. La gente está más tiempo en su casa y predispuesta a mirar más televisión. Esto tiene como consecuencia mayor inversión publicitaria. La segunda temporada alta es en agosto, luego de las vacaciones de invierno. Y la tercera es en el verano, que es más conocida como temporada baja debido a que la inversión publicitaria decrece, la gente se aleja del televisor y pasa más tiempo al aire libre.

Telefe fue quien más innovó en cuanto a variedad de contenidos. Comenzó el año estrenando El elegido, producida y protagonizada por Pablo Echarri. Esta novela con tono adulto y un libro muy cuidado tiene un piso de audiencia que la sigue diariamente. Pero lo más destacable es el fanatismo que generó dentro de la audiencia que se trasladó a las redes sociales, haciendo que personajes de la tira, por ejemplo, tengan su propio Twitter y escriban como si fuesen personas reales. El canal de las pelotas, bajo una nueva dirección artística a cargo de Tomás Yankelevich, estrenó también Un año para recordar en horario central, una comedia producida por Underground y que acaba de finalizar debido a su baja repercusión. Este horario vacante le fue cedido a la productora RGB con la comedia romántica Cuando me sonreís, protagonizada por Facundo Arana y Julieta Díaz. Esta ficción tiene la marca evidente de la productora al mezclar diferentes géneros como la comedia de situación y la telenovela. El regreso de Nicolás Repetto con Sabado Bus a la pantalla de Telefe fue otro de los estrenos, aunque sin la repercusión esperada; y Susana Giménez en su vuelta al formato diario en horario central fue otro punto importante para el canal. Los domingos con El hombre de tu vida y Minuto para ganar (De los cuales se habla aparte en otra nota de esta newsletter) fueron otros estrenos que marcaron diversidad de contenidos para esta pantalla.

Canal 9 y América no tuvieron mayores novedades en cuanto a estrenos. Ambos canales retornaron con sus ciclos de éxito probado en horario central.
Canal 7 estrenó en abril Sr. y Sra. Camas, protagonizada por Florencia Peña y Gabriel Goity. Esta ficción, que pretende ser una sitcom con elementos kitsch, oscila entre los 0,6 y 0,9 puntos de rating promedio desde su estreno.
Algo a destacar fue el fortalecimiento de los fines de semana, quizás impulsado desde el comienzo del año con la expectativa de la vuelta de Sabado Bus. Por ello, además del Cantando por un sueño los sábados en horario central, Canal 13 también programó Los Únicos el domingo, siendo éste el primer día de emisión de la tira en la semana. Y posterior a ésta El Puntero, el unitario de calidad de Pol-ka. De esta forma los sábados y domingos volvieron a existir en la televisión abierta.
Por Juan Pablo Martínez Kolodziej
Controlar el dedo ingobernable del control remoto

En sus 35 años de experiencia como periodista, Pablo Sirvén se ha especializado en temas como el poder y su relación con los medios y el fenómeno de la televisión en la sociedad. Actualmente se desempeña como Secretario de Redacción en el diario La Nación y los domingos dedica una columna al espectáculo en el mismo medio.
La televisión abierta argentina ha sufrido un importante deterioro en las últimas décadas. Un gran porcentaje de la grilla de programación está saturada de programas vacíos de contenido original. Abundan los programas de chimentos y de archivo, que tienen como único objetivo realizar una especie de “remasticado” de otras transmisiones.
Pablo Sirvén es un gran crítico de la monotonía y el desgaste de la televisión por aire. A lo largo de su carrera y en los siete libros que publicó, se ha dedicado a analizar el extraño fenómeno de la TV argentina.
— ¿Qué opina de Canal 7?
— Canal 7 tuvo por muchos años un vaciamiento de pantalla. Me parece que a partir de 2005 empezaron a buscarle un perfil al canal, cierta identidad interesante y alternativa a los canales comerciales. Creo que eso se empezó a perder a partir del inicio de Fútbol para Todos, que desplazó a gran parte de esta programación. Por otro lado, a partir del ingreso de Tristán Bauer al frente de la titularidad del sistema de medios públicos, la programación periodística se volvió más militante a través de los noticieros y, particularmente, a través de 6,7,8.
— ¿La TV lava cerebros?
— Creo que ése es un concepto de décadas pasadas. Hoy estamos en un mundo mucho más complejo, en el que hay una interrelación más intensa entre distintos medios de comunicación. La televisión se ha vuelto menos absorbente, porque existe Internet. La pantalla ya no es sólo para ver televisión, por eso su influencia es más relativa a la que tenía antes.
Sí tiene posibilidades de influir en la gente y de adiestrar para ver las cosas desde un determinado punto de vista, con un determinado ritmo. No lava cerebros, más bien educa, en el sentido amplio; no necesariamente educa bien.
— ¿Qué importancia tiene alguien como Tinelli en la vida de los argentinos?
— Todo el mundo lo ve, ya sea para entretenerse o criticarlo. Es una forma de evasión para la sociedad, de entretenimiento. Es una especie de espejo en el que la gente se ve identificada. Nadie ha logrado mantener tal grado de éxito a lo largo de tantos años como él; evidentemente hay una clara compatibilidad entre lo que hace y lo que es el argentino. Hace un show entretenido y bien producido, pero incurre en abusos innecesarios, en dobles sentidos o cosas burdas que no son necesarias y ahí para mi gusto se malogra.
— La gente suele reclamar más contenido cultural, sin embargo los programas de chimentos, de archivo y Tinelli cada vez tienen más rating…
— Aquí se ve el típico doble discurso argentino: por un lado, se lo critica; pero por otro, no se lo puede dejar de ver. Un programa como el de Tinelli es multitarget, multiedad… no queda nadie afuera. Yo creo que Tinelli es como una suerte de presidente informal del entretenimiento, de la evasión televisiva. Te guste o no, querés saber qué dijo, qué no dijo y cómo repercutió lo que hizo o dejó de hacer. Lo que él dice tiene influencia en la gente.
— ¿Elegimos lo que vemos?
— Como la televisión abierta es gratuita, uno se expone a ver cosas que no vería, por ejemplo, en el teatro o el cine, porque ya el hecho de tener que pagar una entrada hace que uno sea mucho más estricto en la selección y más crítico con lo que consume. La TV entra a la casa sin pedir permiso y deja a la persona expuesta a todo tipo de contenidos.
— La Argentina es uno de los más grandes exportadores de contenidos de alta calidad. ¿Por qué esto no se ve reflejado en su televisión por aire?
— Esa es una de las grandes contradicciones nuestras, porque puertas adentro tenemos una televisión a veces áspera, escandalosa, chabacana… Asombra que se trate del mismo país que se sienta a la mesa de los grandes en cuanto a la venta de formatos al exterior. Esto quiere decir que no nos falta talento para hacer buena TV. Es un gran país con muchísimas potencialidades que a veces se frustran de la manera más sorprendente. Eso es lo que está pasando con la TV abierta.
— ¿Cuál es el mayor problema de la TV abierta?
— El mayor problema se puede sintetizar en una sola palabra: diversidad. La televisión por aire en la Argentina carece de diversidad, su agenda se ha ido achicando dramáticamente en el transcurso de los años. Por lógica de la profundización de la democracia, la sociedad año a año encuentra mayores zonas de libertad y de apertura hacia temas que en otro momento hubieran sido inconcebibles. En cambio, la TV argentina, en vez de abrirse en ese sentido, va achicándose a una cosa que tiene que ver con el chimento. Se muerde la cola a sí misma cuando hace un relevamiento minuto a minuto de las propias transmisiones. Ésta sería la columna vertebral de la TV por aire y eso hace que sea muy monótona y carente de colores, de matices, de valor agregado. El resultado es un menú muy pobre.
— ¿Cuál sería una posible solución para mejorar la calidad televisiva en la Argentina?
— La solución sería que los propios dueños de los canales se sienten alrededor de una mesa y acuerden unas pocas pautas para saber hasta dónde se puede llegar. Sería un compromiso que tiene que ver con bajar la cantidad de repeticiones y hacer un esfuerzo real por tener programas de distinto tipo. También sería importante respetar el horario de protección al menor, sin ponerse en un lugar de censura, pero sí evitar excesos antes de las 10 de la noche. El público también debería involucrarse más, ser más coherente con lo que pide y no desmentirlo después con el dedo ingobernable del control remoto.
— ¿Cuál es el rol de la TV? ¿La televisión argentina lo cumple?
— El trípode de las funciones de la TV es entretener, informar y educar, en ese orden. Educar se ha convertido en la Cenicienta de estos tres poderes y la aparición del cable hizo que la TV abierta se desentendiera aún más de ese rol. Si entretiene e informa con originalidad y con inteligencia, realiza un aporte a la formación de la gente, a ampliarle sus horizontes, a contribuir con una mejor sociabilización… Si se logra esto, la cultura de alguna manera está incluida.
— Este año la TV cumple 60 años, ¿hay algo para festejar hoy en día?
— Pasa algo parecido a lo que se decía en el Bicentenario acerca de si había algo que festejar… y desde luego que sí. Más allá de los dramas y las tragedias que hemos pasado, se celebra el Bicentenario como también se puede hacer con los 60 años de la TV argentina. Tiene muchos talentos, tanto delante como detrás de cámara, y un enorme potencial que se expresa menos de lo que estaría en condiciones de hacer. Se puede festejar por la memoria de los programas y de las figuras que han pasado a lo largo de las décadas y por lo que vendrá, toda esa potencialidad. Todo esto es suficiente excusa como para festejar.
Por Yasmin Reddig
El éxito de la simpleza
Años atrás los domingos en la noche eran horarios fuertes para la televisión abierta. Marcelo Tinelli supo tener su Ritmo de la noche muchos años con gran éxito, y en los últimos tiempos realitys como Operación Triunfo o las galas de Gran Hermano. Pero unitarios de ficción en este horario no son un factor común.
En la televisión no existen fórmulas para el éxito porque los gustos del público varían continuamente. Elencos multitudinarios y de renombre no son sinónimo de éxito en una ficción. Programas de entretenimiento en vivo con un gran estudio e invitados importantes tampoco. Muchas veces, tal como sucede en la realidad, lo más disfrutable viene en envase pequeño.

Domingos atrás se estrenó El hombre de tu vida, el nuevo unitario de Telefe, escrito y dirigido por Juan José Campanella y protagonizado por Guillermo Francella. Todo hacía suponer que iba a tratarse de un producto de calidad, una suerte de lujo que tiene un canal de televisión. Especialmente en este caso ya que se trata de un programa dirigido por un ganador del Oscar. Con este tipo de programas no se busca necesariamente generar un rating alto, tal como sucede con las tiras, sino generar un producto de calidad que genere cierto prestigio a la pantalla. Sin embargo, la nueva apuesta de Telefe superó cualquier expectativa que podía existir con el producto: Más de 22 puntos de rating promedio sostenido en sus emisiones. Se trata de una historia simple, sin demasiada ambición, con líneas auto conclusivas y un elenco reducido. Todo el capital está puesto en un libreto muy cuidado y una realización impecable. Pero por sobre todas las cosas es una historia bien contada y hecha con mucho respeto al público.
Minuto para ganar, el nuevo programa de entretenimientos conducido por Marley, es un formato extranjero adaptado al público local. Lo único que tiene de ambicioso es un estudio medianamente grande con tribuna de espectadores. El resto... juegos de kermese. Desafíos simples que cualquiera puede hacer en su casa o en la fiesta de un club de barrio. Nuevamente más de 20 puntos de promedio, gana su franja horaria a programas mucho más ambiciosos.
Estos dos ejemplos son muestra de que muchas veces no importan los presupuestos, ni los grandes elencos, ni los conductores. Un programa necesita una identidad, porque cuando ella se cambia siguiendo los vaivenes del rating, se falta el respeto a quien lo mira. El público enciende el televisor para entretenerse con buen contenido. Y muchas veces un programa bien contado es todo lo que el público necesita para engancharse con el mismo, por más simple que éste sea.
Por Juan Pablo Martínez Kolodziej